
Vengo de un país que queda a muchos kilómetros del Reino de Marruecos: México. Para efectos dramáticos, situaremos la cantidad en diez mil (aunque son varios menos).
El viaje que me había sacado de mi patria no fue fruto de la espontaneidad, pero el llegar a Marruecos sí. Cuando Italia me pareció demasiado familiar a lo que yo ya conocía, y el hambre de aventuras comenzó a exigirme novedad, elegí al reino como mi próximo destino por una serie de realidades favorables a mi causa: 1) estaba cerca de Europa, 2) se trataba de un país árabe, y como internacionalista me entusiasmaba plantarme en uno, y 3) era francófono.